A cuatro años de la revuelta social, más allá de las simplificaciones, conversar sobre las causas y mirar sus impactos sociales y políticos es un ejercicio que permite situar, sin atajos, las tareas del presente. Es así que nos preguntamos por la vigencia de las...
Corría el segundo fin de semana de agosto y la polémica se instalaba por el nombramiento de Mauricio Rojas como ministro de las Culturas. El ex parlamentario en Suecia y miembro de la Fundación Para el Progreso alcanzaba una notoriedad inesperada al difundirse extractos de su libro, dedicado a su desengaño con el socialismo, donde, con lamentable ignorancia, afirmaba que el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos era, ante todo, un montaje. Estos dichos lo obligaron a renunciar y generaron un transversal rechazo, dando pie incluso a un masivo acto de protesta en la explanada del propio museo.
Hubo un efecto político inmediato y particular que fue acompañado de otro más general. El conflicto por los dichos del fugaz ministro reavivó la vieja “teoría de los dos demonios”, que delimitó la discusión de una nueva conmemoración del golpe de Estado —cuarenta y cinco años—, la dictadura y el plebiscito que le puso término hace treinta años. Una vez más no es posible escapar de la dicotomía paralizante entre dictadura y democracia que habitualmente cierra el debate sobre el presente, estrategia tan útil a sectores de la derecha y la ex Concertación, ambos reacios a hablar críticamente sobre el legado de la transición y su superación justo cuando tomaba cuerpo.
Es que, quizás por la fuerza de las efemérides, se llevaron a cabo un gran número de eventos conmemorativos, a los que fueron invitados a debatir los diversos sectores. Y, aunque en muchos casos se habló en un código de desarme de la oposición entre dictadura y democracia, en prácticamente todos, la convocatoria fue a realizar análisis críticos del proceso de transición. En efecto, menos por la importancia del número cerrado, que por la de los sacudones sociales y políticos recientes, el corolario del pasado 5 de octubre es el signo de una indeclinable apertura del debate —dentro y fuera no solo de las fuerzas políticas emergentes, sino también de aquellas que participaran de la transición democrática—.
En este escenario de balances se ubica este número de Cuadernos de Coyuntura. Cumplidas veintidós ediciones y varias iniciativas que han propiciado encuentro y debate entre actores de la actual oposición, en este número especial se ha convocado a una serie de voces, dentro y fuera del Frente Amplio, para hablar de la transición y sus nudos. Tres décadas desde el plebiscito traen a la transición al presente para ir al pasado y luego a la práctica. En particular, para abordar lo heredado de este proceso que hoy favorece o dificulta la posibilidad de una alianza entre sectores que, a lo largo de estas décadas, no han tenido motivos suficientes para trabajar juntos.
Los marcos de la transición, lo codificado durante este proceso, es una forma de la política chilena actual, cuya vigencia y permanencia se juega, justamente, en la capacidad y disposición a analizar críticamente el pasado y el presente. Un elemento característico de esta etapa es la cancelación o inhabilitación de los dilemas irresueltos con este proceso, en muchos casos estos han sido expropiados de la deliberación democrática al ser cedidos a la preeminencia de los “expertos” o se han visto cerrados por la lógica de los acuerdos. Los tabúes son: los silencios de la democratización política, la transformación del modelo de desarrollo, los derechos humanos, los derechos sexuales y reproductivos, entre otros.
La presente edición agradece la concurrencia de parlamentarios y autoridades políticas, figuras de la cultura y la academia, pertenecientes a diferentes sectores políticos. Ellos se han sumado a realizar balances críticos de la transición. Algo necesario en un ambiente de dispersión de las fuerzas de izquierda y progresistas, que ven lentamente cuajar en la región latinoamericana lo que parece ser un cambio de ciclo de imprevisibles consecuencias.
Son tiempos de balances. Pero de unos que permitan ir hilvanando acuerdos políticos. Unos que, en Chile, asuman que, en los contorneos de los nudos de la transición, que en el dilema hamletiano de la polaridad dictadura-democracia, que en la disputa de si la Concertación hizo más o menos de lo que permitía el contexto, el adversario parece moverse con más gracia y alcance que las fuerzas de cambio. Son balances necesarios, entonces, que, siendo reflexivos, estén atentos a los riesgos del ensimismamiento. Son tiempos de balance, sí, pero de balance hacia adentro y hacia afuera de la propia política.
Sebastián Caviedes, director
Santiago, octubre de 2018
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