A cuatro años de la revuelta social, más allá de las simplificaciones, conversar sobre las causas y mirar sus impactos sociales y políticos es un ejercicio que permite situar, sin atajos, las tareas del presente. Es así que nos preguntamos por la vigencia de las...
¿Dónde está la derecha democrática?
Hace diez años atrás, en el marco de la conmemoración de los cuarenta años del golpe de Estado, un pequeño grupo de militantes de la “derecha sub 40” publicó una carta que representó un avance en lo que hasta entonces habían sido las posiciones del sector respecto al quiebre democrático. En ella sostenían una condena clara, más allá de la complejidad política y social que atravesaba el país en 1973. “Creemos que incluso en la dificilísima situación política, económica y social de entonces -sostenían en el documento-, un Golpe de Estado no era ni puede ser una manera aceptable de resolver incluso profundas diferencias políticas”. En la actualidad, y como no se veía hace años, en el debate público circulan con total impunidad discursos que no solo justifican el golpe sino que reivindican abiertamente la figura de Pinochet como “estadista” y “presidente”. Estas declaraciones se enmarcan, además, en un clima de degradación del debate público y de preocupante debilitamiento de la valoración de la democracia.
¿Dónde está la derecha democrática? ¿Dónde están las voces dispuestas a marcar una línea divisoria, de defensa irrestricta de la democracia y de condena clara al golpe de Estado? A menos de dos meses de que se cumplan cincuenta años del acontecimiento político más brutal y determinante de nuestra historia reciente, no parece haber disposición en sectores significativos de la derecha para hacer este necesario gesto de compromiso democrático. Así las cosas, seguimos estando muy lejos de poder garantizarnos como sociedad un verdadero “nunca más».
Pierina Ferretti. Publicada en: DF MAS
«Debe haber garantías de no repetición»
Para Camila Miranda, presidenta de la Fundación NODO XXI, ligada al Frente Amplio, la reflexión que se debe hacer de cara a los 50 años del Golpe es clara. «Es imposible cualquier comunidad política, por tanto, proyecto de futuro, si no hay reconocimiento transversal del Estado y de las actorías políticas de hacer una opción clara por la democracia. Y eso pasa por condenar el golpe de Estado».
Expresa, además, que «la opción por la democracia es la única garantía de un compromiso actual de que ante las crisis existe un lineamiento de salidas democráticas. Ese compromiso lo mantuvo siempre el presidente Allende. Y requiere una lectura compartida del pasado inmediato. Si se deja bajo la alfombra, siempre se cuela. Luego, esos llamados a “cerrar las heridas”, “terminar el duelo”, para mirar al futuro, son voladeros de luces».
— ¿Cuáles son los puntos fundamentales que debiera contener una declaración así?
Junto con reafirmar el compromiso civilizatorio del respeto y defensa irrestricta de los derechos humanos, es de primera necesidad acordar que en ningún caso es admisible un golpe de Estado. Que ello no puede estar sujeto a interpretaciones o relativismo: se condena o no un golpe de Estado. De hecho, la pregunta sobre si se justificaba o no el Golpe solo sirve para quien busque razones para defenderlo.
«Junto con ello, es relevante acordar de qué manera se trabaja para que este tipo de hechos no se repitan en Chile. Ello pasa por garantías de no repetición, como que haya justicia y un compromiso con la transmisión democrática».
— ¿Qué tan importante es, para que esto resulto, que sea tranasversal?
En tiempos donde los retrocesos parecen instalarse como la alternativa de futuro, es muy relevante que los cortafuegos sean claros y transversales. La democracia no es sólo un mecanismo de elección, es una forma de construir comunidad, si se quiere, de hacer Chile, consensuando lo común y procesando las diferencias.
«La cancha hoy está en la derecha. ¿Hay derecha democrática en Chile?. Ahí hay un retroceso respecto de las conmemoraciones de los 30 y 40 años del golpe de Estado. Donde incluso se habló de cómplices pasivos. En el debate público se ve con claridad intentos por diluir los márgenes de la conversación. Desde ya que se formule la pregunta sobre si Pinochet fue presidente, dice mucho».
Camila Miranda. Publicado en: El Mercurio