A cuatro años de la revuelta social, más allá de las simplificaciones, conversar sobre las causas y mirar sus impactos sociales y políticos es un ejercicio que permite situar, sin atajos, las tareas del presente. Es así que nos preguntamos por la vigencia de las...
Discusiones sobre la vuelta a clases presenciales, el cobro de aranceles en la educación superior o la realización del Simce, traen al contexto de crisis sanitaria la previa e irresuelta crisis educativa. ¿Cómo enfrentar sus efectos en esta situación excepcional?
Librada a su suerte, la crisis educativa puede multiplicar los problemas derivados de la pandemia. El agobio que genera el Simce y la incertidumbre sobre los pagos de los aranceles –nervios centrales de la educación chilena– son fuente de angustia para una población ya suficientemente estresada.
Insistir en el Simce en 2020 y preparar un rescate para la “industria” por la vía de un nuevo CAE, sugiere que se sigue actuando por inercia y repitiendo errores que han costado caros al país. Peor aún, en lugar de creatividad y responsabilidad, se ve en la suma de crisis educativa y pandemia una oportunidad económica y/o partidista. Aunque el ministro Figueroa prometió no volver a usar la educación como trinchera partidaria, el espíritu de Cubillos, al parecer, sigue vivo en su ministerio.
En tal sentido, parece prudente elaborar propuestas para disminuir la dependencia de las instituciones de nivel terciario del cobro de aranceles, suspender el pago de deudas por educación, y no aplicar el Simce para orientar a las comunidades escolares a recuperar el sentido de construcción sociocultural de la educación, por encima de los rendimientos formales estandarizados.
por Víctor Orellana y Fernando Carvallo
Publicada en El Mostrador
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