A cuatro años de la revuelta social, más allá de las simplificaciones, conversar sobre las causas y mirar sus impactos sociales y políticos es un ejercicio que permite situar, sin atajos, las tareas del presente. Es así que nos preguntamos por la vigencia de las...
Este 2019 se realizaron las movilizaciones más masivas y transversales en el contexto del Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras y por todos los derechos de las mujeres en la sociedad. La convocatoria a una Huelga Feminista con diversas manifestaciones y movilizaciones a lo largo del día, pero también con jornadas de debate y agitación en preparatoria a dicha jornada, permitió a una gran cantidad de mujeres, de feministas, de diversos sectores de la sociedad sumarse a dicho espacio. Sindicatos, organizaciones territoriales, militantes de partidos políticos y sus orgánicas, estudiantes, diversidad y disidencia sexual, familias y también hombres fueron parte de estas movilizaciones.
Las mujeres somos y debemos ser protagonistas absolutas de este movimiento. Que podamos rescatar y visibilizar cada vez con más fuerza la diversidad de mujeres que habitamos nuestro país y el mundo, y que podamos abrazar el conjunto de demandas que hacen que todas y cada una pueda liberarse del tipo de sociedad patriarcal y capitalista que tenemos. Además, hay que invitar a sumarse a esta transformación a los hombres, donde ellos también reflexionen, se deconstruyan de la formación machista y aporten también a los cambios más acelerados en todas las instituciones, estructuras, colectivos y familias.
Por eso creo que es posible que el movimiento feminista o de los feminismos pueda avanzar en la construcción de un movimiento social y político/político y social, económico y cultural, que sea amplio en la capacidad de aunar esfuerzos y alianzas con otros segmentos de la sociedad para avanzar más rápidamente en las trasformaciones que tanto necesita nuestro país. Dicho de otro modo, también, que no sea un movimiento pasajero, sino un movimiento estructurante de las luchas políticas, económicas, sociales y culturales de nuestro país, que sea un movimiento dúctil a la hora de las alianzas, que permita la transformación del Estado, de las orgánicas y partidos políticos, de las organizaciones sindicales y sociales, etc. Un movimiento que reconozca y defienda lo hasta ahora conquistado en derechos para las mujeres, pero sobre todo sea capaz de buscar y alcanzar nuevos derechos, conquistar la transformación más profunda que implica superar el patriarcado y buscar nuevos modelos de sociedad no capitalista.
El movimiento feminista es profundamente político, y en su desarrollo actual existe la imperiosa necesidad de dar mayor velocidad a los cambios para alcanzar la igualdad y equidad de género plena. Pero como en otros procesos políticos parece importante tener en cuenta que existe una tensión no siempre fácil de resolver en relación a procesos que llevan más tiempo porque remiten a transformaciones culturales, versus acciones, legislaciones y políticas que pueden hacer la diferencia en breve tiempo en el cambio de las condiciones de vida de las mujeres. Por eso se entiende la interpelación a todo nivel para la transformación, pero también es bueno reconocer que no es lo mismo avanzar con un movimiento fuerte, masivo, transversal, apoyado por estructuras político, sociales y económica, incluso con gobiernos que creen y se comprometen en profundidad con sus demandas y derechos, que cuando no existen esas condiciones.
Ahora bien, ¿por qué se logra esta amplitud y masividad este 8 de marzo? Sin ánimo de dar una explicación exhaustiva y que cierre el debate, creo importante rescatar algunos elementos centrales.
Primero, el aumento de conciencia de las condiciones de discriminación, subordinación y de violencia que viven las mujeres no sólo en nuestro país, sino en el mundo. A pesar de que nadie puede negar que las condiciones de vida de las mujeres en nuestro país hoy son más avanzadas que hace 30, 50 o 100 años atrás, no es menos cierto que hay mayor conciencia de todo lo que nos resta resolver para alcanzar la igualdad y equidad de género plena, como también para erradicar uno de los problemas más generalizados y durante muchos siglos normalizado como es la violencia de género y, en especial, contra las mujeres.
Segundo, el cada vez más amplio y completo abanico de demandas y derechos a conquistar, desde la concepción de las autonomías económica, física y política de las mujeres (condiciones laborales, derechos sexuales y reproductivos, derecho a decidir, a organizarse y representar lo público, etc.), que hace que la diversidad de mujeres que habitamos nuestro país podamos encontrar espacios y demandas concretas para nuestra lucha.
Tercero, el avance en la conciencia de que los derechos de las mujeres, la emancipación y liberación de las mujeres de estas condiciones de opresión, discriminación y violencia, pasa también y junto a una transformación económica, política, social y cultural del sistema capitalista en el que vivimos. Capitalismo y patriarcado han sido un matrimonio perverso a lo largo de la historia para la condición de las mujeres en el mundo, y, por cierto, en nuestro país.
Cuarto, porque dentro de la transformación que mencionáramos en el punto anterior, el cambio cultural que nos interpela como sociedad, estructuras e instituciones públicas y privadas, organizaciones sociales y políticas, como sistema educacional, como sujetos(as) y colectivos, es tan profunda que no basta con una ley, una política pública, o una declaración pública para llevarla a cabo, sino que son todas esas acciones —y más a la vez y de forma sistemática— las que pueden hacer que se vaya cumpliendo. La tarea por la deconstrucción patriarcal, capitalista y machista es un esfuerzo consciente y sistemático en el tiempo, que requiere el concurso de todos, todas y todes, en definitiva.
Quinto, se está produciendo la comprensión de que no hay un ranking o una prelación de demandas o derechos que indique qué es primero y qué puede esperar, sino que debemos avanzar en todas las direcciones al mismo tiempo, pero, sobre todo, ha aumentado la impaciencia, o, dicho de otro modo, aumentan las visiones y opiniones que debemos acelerar el paso de estas transformaciones y conquistas de derechos.
Sexto, porque ya no son los tiempos de que nuestra sociedad siga tolerando la violencia contra las mujeres. Hoy parece políticamente incorrecto seguir naturalizando un hecho de violencia de género y/o contra las mujeres, pero no es menos cierto que la dilación en la condena de las manifestaciones de violencia tan extrema como el femicidio, y con mayor frecuencia en las de violencia no tan extrema, van dejando una sensación de impunidad en la población, y muy en particular en las mujeres y sus círculos, que desacreditan el actuar de las instituciones públicas, organizaciones y colectivos.
Este movimiento feminista o de los feminismos también nos convoca a una batalla de ideas, a un debate no sólo propio entre las corrientes feministas, sino también con sectores políticos ideológicos que no han buscado la transformación del patriarcado y del sistema capitalista. Es cierto que el patriarcado y el machismo han existido en sociedades no capitalistas (más antiguas y contemporáneas a él), pero no es menos cierto que el matrimonio entre patriarcado y capitalismo ha sido un matrimonio perverso para las mujeres.
En las jornadas de este 8 de marzo, asistimos al cuestionamiento, desde las formas de la movilización hasta el contenido de las demandas, por parte del gobierno del Presidente Piñera, sus ministras y la mayoría de su conglomerado. Cuestionamiento que incluso identificó y advirtió de la “instrumentalización” que partidos políticos de oposición harían de la huelga y las movilizaciones[1]. Cuestionamiento que, a horas de ver la masividad y amplitud de las movilizaciones, se olvidan mágicamente y declaran que ahora sí las demandas de las mujeres en Chile “están en el corazón del gobierno”[2]. No es de extrañar el cambio de discurso, en una derecha que hace del populismo su ADN, populismo que consiste en adscribir a los títulos de las canciones (por decirlo así) pero que no comparte la profundidad de los contenidos de sus estrofas y estribillos. Pero lejos de conformarnos con esta explicación, es necesario advertir la gravedad de este cambio de discurso: quien intenta instrumentalizar las demandas y el movimiento es el propio Gobierno, y en un acto de “proyección”, como dirían las y los psicólogos, apunta esa instrumentalización a otras identidades políticas, en este caso de oposición a su Gobierno. Esto es grave, porque todos los derechos que las mujeres han y hemos conquistado en el mundo, pero muy especialmente en nuestro país, le han sido arrebatados al capitalismo, han sido peleados, luchados y conquistados frente a cada gobierno de turno. No han sido regalos.
El debate de ideas feministas se dará entre quienes se consideren aliadas, y también con quienes sólo abracen la idea de más derechos, pero sin derrumbar las desigualdades de clase, de etnia, de identidades de género, de identidades migrantes, entre otras. Sobre todo, con aquellos feminismos liberales que no cuestionan el hecho de que algunas mujeres sean “más liberadas y menos discriminadas” porque existe un modelo económico de explotación capitalista sobre mujeres y hombres, y que en ese modelo la economía del cuidado permite la explotación de mujeres a otras mujeres para que ellas puedan tener esa liberación. Esto en nuestro país queda claramente identificado cuando hoy existen sectores que, habiendo denostado de los feminismos, como movimiento político, o decretado que las demandas son innecesarias o poco representativas, luego en un acto casi de prestidigitación aparecen incluso declarándose feministas como la senadora Van Rysselberghe, cuando la propia ex senadora Lily Pérez reconoce que esa declaración significa que no ha entendido lo que es el feminismo[3]. Esto no sólo es un acto de instrumentalización por parte de la de la derecha, sino también una cortina de humo, un intento por ocultar cómo han votado frente a los derechos que les hemos arrebatado al capitalismo como organizaciones de mujeres, de feministas y de mujeres trabajadoras. Por tanto decir que la derecha siempre ha estado con estos derechos no es cierto, cuando hasta en los debates parlamentarios de los últimos cinco años, bajo el gobierno de la Presidenta Bachelet, se han opuesto a que el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género se llamara así, por qué no el de la familia, se opusieron a los criterios de paridad en el cambio al sistema electoral binominal, cuando no comparten la educación no sexista, o cuando lo que ofrecen para más incorporación de las mujeres al mundo del trabajo remunerado fuera del hogar es más flexibilidad pero en condiciones de precariedad, o cuando siempre han cuestionado el acceso a métodos anticonceptivos de emergencia, la interrupción del embarazo en tres causales o el derecho a decidir de las mujeres sobre nuestros cuerpos.
Es cierto que existen distintas corrientes de feminismos, pero declararse feminista desde la derecha hoy en nuestro país parece una mentira grande, porque no buscan ni terminar con el patriarcado, ni mucho menos con el capitalismo, el feminismo liberal no busca esa transformación profunda. Lo anterior, no implica que otras colectividades políticas ideológicas no nos hagamos una interpelación profunda de cómo irnos transformando para recuperar incluso la visión de construcción de sociedades distintas y nuevas con mujeres, hombres, gays, lesbianas, trans nuevos; sujetas, sujetos, sujetes nuevos, donde la liberación del capitalismo es con feminismo y el feminismo es con liberación del capitalismo.
En otro orden de ideas, y a propósito de varios foros que he podido estar en estas semanas, es indudable que existe no sólo en el plano de la batalla de ideas, sino en el quehacer cotidiano de los movimientos, una desconfianza hacia todos los partidos políticos. Y es entendible en la crisis de representación política que vive nuestro país, porque también hay muchos ejemplos de mal actuar en varias colectividades, ya sea en corrupción, abandono de ideales, negociaciones al margen de lo que las mayorías quieren en cambios y transformaciones, como también desde el punto de vista de no coherencia con valores de la no violencia de género y contra las mujeres. Pero creo que trasladar esas desconfianzas y separaciones a un sectarismo anti partidos, donde los partidos sean los malos y las organizaciones las buenas por el solo hecho de ser identidades distintas, no ayuda a establecer nuevas y mejores relaciones. Creo en la transformación de los partidos políticos hacia estructuras menos patriarcales y con profundo compromiso hacia las demandas feministas, pero las organizaciones sociales también deben velar por estas transformaciones. En una organización social también se puede dar la corrupción, el autoritarismo o prácticas machistas. Cuando hablamos de que los movimientos sociales son independientes de los partidos políticos, no significa una ruptura y una negación del otro, significa que el partido o los partidos no tienen una relación instrumental, paternalista o de orden y mando frente a los movimientos y organizaciones sociales. La relación debe ser bidireccional, donde puedan darse espacios de construcción en confianza y respeto de las autonomías de ambos.
La independencia del movimiento y organizaciones feministas deben también influir en los gobiernos, rechazando lo que precariza o lo que va en contra de los derechos de las mujeres, alertando sobre cambios que no van al fondo, pero también valorando lo positivo y los avances en materia de igualdad y equidad de género, de despatriarcalización de la sociedad y de nuevos modelos de desarrollo que dejen la senda del capitalismo. Esto no impide mantener las banderas en alto de los procesos feministas más profundos, ni criticar incluso gobiernos o políticas públicas que no avanzan en esa línea. Pero precisamente por el avance de las derechas y extremas derechas en los gobiernos de América Latina, no da la mismo quién gobierne. Y esto no es un cheque en blanco como algunos a les gustaría que fuera: debe exigir compromisos programáticos con los movimientos feministas.
Buscar una relación de unidad desde la diversidad, de los movimientos feministas y los partidos que tengan ese compromiso, sean más antiguos o emergentes, con otras organizaciones sociales, sean tradicionales o de temáticas emergentes, se declaren o no feministas, pero que busquen los cambios ya nombrados.
De ahí la necesidad imperiosa de una nueva Constitución, que permita la consagración de derechos sociales, económicos, políticos y culturales que hoy no se nos permiten. Una nueva Constitución que respete a los partidos y a las organizaciones sociales, que termine con la discriminación y prohibición que, por ejemplo, existe para las dirigentas y dirigentes sindicales no puedan ser candidatos al Parlamento. Pero también que podamos avanzar y alcanzar prontamente la diversidad de demandas levantadas en estas últimas jornadas, y que encuentren eco en la nueva Carta Magna debatida y aprobada democrática y participativamente.
Demandas que se escucharon en las calles, centros de trabajo, centros educacionales, en los barrios, en las organizaciones políticas y sociales, en el debate de las familias, y que son diversas e incluyentes de amplios sectores porque hablan de un Chile que debe ser distinto, más justo, más igualitario, sin abusos de los poderosos y sin violencia. Por eso no es de extrañar las demandas por más trabajo decente y estable, sueldos dignos y sin brecha salarial, nuevo sistema de pensiones, derecho a la vivienda digna, a una corresponsabilidad de verdad en el cuidado de los y las hijas, con salas cuna para todos los y las trabajadoras con hijos menores. Corresponsabilidad social en el cuidado de las y los familiares en situación de discapacidad, no valentes o adultos(as) mayores, con un sistema nacional de cuidado que no sólo tenga en el centro a los(as) que requieren este cuidado, sino que libere de esta función que histórica, cultural y exclusivamente han realizado las mujeres en sus familias sin remuneración. Que se compartan las labores del trabajo doméstico porque es trabajo. Que se prevenga, sancione, repare y erradique la violencia contra las mujeres y de género en todas sus manifestaciones y contextos. Que ponga fin a la violencia contra las mujeres indígenas, en especial las mujeres mapuche, reconocimiento constitucional a los pueblos originarios. Que exista verdad y justicia plena para las violaciones a los derechos humanos en la dictadura cívico-militar. Que exista una ley de migraciones basada en los DDHH, y el pleno respeto a las mujeres migrantes. Por cierto, terminar con la educación sexista, el fin a los liceos sólo de hombres o sólo de mujeres, educación sexual laica y en respeto a las identidades de género, aborto por plazos, seguro y gratuito, atención de salud pública de calidad en todo ciclo vital de las mujeres, que los programas que atiendan la infertilidad también estén en el sistema público como parte de las prestaciones, democracia paritaria y nueva Constitución que consagre los derechos sociales y la igualdad y equidad de género.
Finalmente, quisiera empezar a perfilar algunos desafíos del movimiento feminista y que nos deja el llamado a la Huelga Feminista, y también algunos obstáculos que debemos sortear.
Desafíos que nos dejan estas movilizaciones son avanzar en un movimiento con capacidad de hacer alianzas para la transformación profunda. Que sea un movimiento que perdure en el tiempo, para lo cual es clave evitar el aislamiento y estigmatización que se buscará del mismo, pero que trabaje sin sectarismos. Que mantenga el protagonismo de las mujeres y que invite a la transformación a los hombres con sus propios procesos de deconstrucción cultural. Un movimiento que busque ir ampliando las demandas que haga concreta la lucha de segmentos de mujeres que no se sienten feministas porque no quieren ser estigmatizadas o porque lo desconocen. Un movimiento que pueda ir transformando desde dentro también a los sindicatos, organizaciones sociales, partidos, Estado, familias, colectivos y seres humanos todes, entre otros.
Los obstáculos que se pueden visualizar también se deducen de los desafíos, pero no sólo de los vinculados al movimiento de los feminismos, sino del ejercicio de la política y las organizaciones todas en nuestro país. Nos referimos a:
La falta de comprensión de que se necesitan procesos de unidad de mujeres y organizaciones feministas, y organizaciones políticos-sociales para lograr avanzar con más fuerza en la conquista de derechos y en la transformación de la sociedad.
Desconfianzas y divisiones dentro de los feminismos transformadores, feminismos con distintos apellidos para promover la falta de acción unitaria, el sectarismo y la fragmentación del movimiento. Peligro de separatismo de género.
El contexto cultural individualista profundo del ejercicio de la política en general hoy, que da paso a las fragmentaciones, divisiones, personalismos, e incluso a la captura por parte del mercado de prácticas liberadoras como marketing de venta o falsos modelos de liberación de la mujer en este caso (“apoyamos tu revolución” … cámbiate a tal compañía teléfonos móviles).
Contexto de un gobierno de derecha, que cree compartir y que está con todos los derechos de las mujeres porque son “parte del corazón del gobierno” y porque los resolveremos en cuatro años con nuestra agenda Pro Mujer. Y, sin embargo, no comparte las profundidades del proceso y demandas, ya que ideológicamente cuestionan los feminismos. Por otro lado, los ofrecimientos de más incorporación al mercado laboral para mujeres, pero a partir de flexibilización con precariedad: más trabajo a domicilio y teletrabajo, profundizando los roles tradicionales.
En fin, desafíos y obstáculos puede haber muchos más, pero la importancia que ha adquirido el movimiento feminista hoy en nuestro país nos deja más expectativas positivas y esperanzas que oscuridades.
- Caro, I. y Soto, X. (2019, 1 de marzo). Ministra Plá abre controversia tras cuestionar huelga feminista. La Tercera. ↑
- Cooperativa. (2019, 9 de marzo). Piñera tras marcha feminista: La causa de las mujeres por mayor igualdad es la causa de este Presidente. Cooperativa.cl ↑
- Ahumada, M.J. (2019, 16 de marzo). Lily Pérez, ex senadora: “El gobierno está atrapado: no tiene cómo avanzar en una agenda feminista”. La Tercera. ↑
Autor(es)
Claudia Pascual
Claudia Pascual. Antropóloga Social, integrante de la Comisión Política y encargada del área Género del Partido Comunista de Chile (PC).